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Lecciones de un hogar vegano

El Comercio, sábado 18 de febrero 2012, pag B-24

Crónica Vida y obras de una trabajadora peruana

Lecciones de un hogar vegano

Por Julio Escalante Rojas

La profesora de cocina Beatríz León enseña a madres y niños a cocina alimentos saludables. Ella es vegetariana y prepara a pedido una serie de postres donde no hay aceite, leche animal ni huevos. Sebastián, su hijo mayor, sigue su camino en la cocina.

Beatriz León nunca ha comido carne de ningún animal. Hasta hace dos años podía tomar leche y comer huevos. Ahora es vegetariana por completo y se dedica a compartir los beneficios de la alimentación saludable. No fue fácil para Beatriz crecer en un ambiente donde todos comían carne.

Tampoco es fácil hoy para su hijo Sebastián. Los padres de Beatriz se volvieron vegetarianos antes de cumplir los 30 años. Ella fue su única hija y ellos tuvieron claro que nunca le iban a servir animales en la mesa. La familia de su madre no entendía tal disparate. “Si seguían creyendo eso –se quejaban– la niña sufriría de desnutrición y graves enfermedades”. La abuela estuvo a punto de hacerle juicio a su papá. Pero con el paso del tiempo se dio cuenta de que la alimentación que habían elegido los padres de Beatriz era lo mejor para ella. Hoy los compañeros de su hijo Sebastián Robles pueden comer hamburguesas en McDonald’s y él no porque es ovolactovegetariano. No faltan las burlas y las presiones del grupo para que haga lo mismo que ellos. “Es pesado ir al colegio mientras sepan que eres vegetariano”, dice Sebastián. Si un día Beatriz y sus hijos comparten mesa con alguien que come carne, no le van a decir que está mal que lo haga. Respetan los gustos y decisiones de todos y piden lo mismo para ellos. El padre de Beatriz era médico endocrino y antes que recetar medicinas prefería las terapias alternativas. “Tenía un carácter muy fuerte. Recuerdo que cuando me daba fiebre me envolvía en barro en lugar de darme unas pastillas. Entendí que lo que mi padre hacía era sanarme de verdad, no solo darme un alivio temporal con medicinas”. Las tempranas lecciones de su familia sobre la salud y la alimentación marcaron su vida.

Ella estudiaba nutrición cuando tuvo su primer embarazo. “Dejé la carrera pero finalmente me doctoré con mis hijos”, dice sonriendo. Se dedicó a criar a cuatro hijos y a enviarles al colegio loncheras con semillas de girasol, choclo, galletas caseras, jugos. Las otras madres veían lo que llevaba Sebastián al colegio y la convocaron para que les diera clases de cómo hacer también loncheras nutritivas. Siempre le gustó la cocina y amplió sus recetas con lo que ella solía comer.

Hoy sigue dando clases particulares y en instituciones (ver su blog: beatriz-lacasadebea.blogspot.com). El resto del tiempo es mamá y prepara en casa todo tipo de comidas y postres a pedido. Hace pasteles de cumpleaños sin margarina (para ella es como el plástico) ni leche animal. Utiliza, en cambio, aceite de ajonjolí, harinas integrales, chancaca. Se especializa en cocina vegana y en repostería para personas con diabetes (endulza sus productos con estevia) y pacientes celiacos (que no pueden digerir gluten). En este último caso utiliza harinas de maíz morado o de quinua.

COMER POR SALUD

Desde que tenía 5 años, Sebastián no ha dejado de meterse en la cocina y ayudar a su mamá. Ella hacía milanesas para una tienda naturista y él estaba ahí, viendo cada detalle, y sumando sus manos en lo que podía. Lo que más le gusta hacer es arroz chaufa. “Es muy creativo, a veces hace demasiadas mezclas y si algo no le sale lo vuelve a intentar. No se rinde”, dice su madre. Él ganó un concurso en el colegio donde el jurado fue un chef del restaurante Tanta. Fue un postre con sémola y quinua que puso a la venta y se acabó en minutos. Beatriz León y Sebastián Robles León dan clases de cocina para niños los sábados, desde las nueve de la mañana, en el Mercado Saludable de La Molina (cuadra 5 de Av. Alameda del Corregidor). La semana pasada enseñaron a hacer galletas de chocolate con pecanas y pasas, y hojuelas de maíz con ajonjolí. Y hoy se aprenderá a hacer leche vegetal y pie de manzana. “Lo importante es que el niño se dé cuenta lo fácil que es hacerlas”, dice Beatriz, para quien enseñar a comer sano es la misión de su vida. “Es difícil reeducar a un adulto pero estamos a tiempo con los niños”, dice. Mezclar ingredientes es como un juego.

Cada sábado hay pequeños con mandil amasando diferentes productos. Es una actividad divertida que desarrolla su psicomotricidad y les presenta una alternativa de vida. Detrás de ellos hay padres que quieren que aprendan a comer mejor. Y Beatriz está allí, vigilante de sus acciones, viendo en ellos a una nueva generación que en el futuro preferirá una fruta a una carne frita. Allí también está Sebastián, un niño de 12 años hablándoles a otros niños como un experto cocinero. Más de una vez le dijeron a Beatriz que deje vivir a sus hijos. Se lo dijeron como un reclamo por no darles ningún tipo de carnes. “Es acaso que los deje vivir o que comience a matarlos”, dice. “No hay nada más doloroso para una madre que ver a su hijo enfermo”. Cuando sea hora de ir a la universidad, Sebastián quiere estudiar medicina para enseñar a comer bien antes que recetar medicamentos. Cocinar, quizá, solo será un hobby.

CLASES DE VERANO. Los sábados Beatriz León y Sebastián dan clases de cocina en el Mercado Saludable de La Molina.

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